El Torero también Muere

(Editorial publicada en la edición 73 del periódico impreso elnordestino.com)

"El miedo se tiene siempre. Sobre todo a que no pase nada". (Saber Popular).

Dicen que cuando los toreros atraviesan los límites del valor encuentran la muerte.

El torero siempre se las ingeniaba para torear. En tiempos que nadie lo contrataba, montaba su propia corrida, era torero y empresario. Y cuando no había ferias guardaba más de la mitad del dinero que se ganaba para comprar toros y torearlos a puerta cerrada, porque esa era la única manera de progresar. Hasta puede que haya salido a hombros tras una tarde triunfal, pero en una plaza de segunda pocos se enteran.

Se amargó mucho viendo cómo los toros de una tarde embestían como él siempre había soñado que le embistiera un toro. Pero él estaba en el tendido, y en el ruedo otro torero se llevaba la gloria.

Con las puertas de las plazas cerradas, sin una sola invitación de un ganadero para torear siquiera una vaca, era natural que el demonio de la depresión rondara por la cabeza de un torero que no torea. Las campanadas del nuevo año sonarán con ilusión. Sin oportunidades en su patria, el torero había puede que decida ir a España, donde se hacen los toreros, y así emprender el último esfuerzo.

Una corrida de toros es la única representación en estado puro que queda de la tragedia.

El torero burla los miedos con exactitud, con destreza, sale adelante y no se mira en los tropiezos. Tan humana es su alegórica faena de la vida, que más allá del valor y la destreza, llega al límite de los atributos humanos: el de la creación consciente de belleza, lo que conocemos como arte.

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